Otro año sin escuela sería catastrófico para el bienestar y aprendizaje de los niños.
Por: Agencias | criticadn.mx
México, junto con Ecuador, Panamá y Perú, es uno de los pocos países que no ha reabierto las escuelas desde hace casi un año. Los efectos del cierre son devastadores y los niños en mayor situación de vulnerabilidad pagan el precio más alto. No asistir presencialmente a las escuelas afecta su bienestar, seguridad y desarrollo, pues es allí donde reciben educación, alimento y protección, donde juegan, hacen amigos y reciben el apoyo de sus docentes.
Cuanto más tiempo permanezcan los niños fuera de la escuela, mayor será la probabilidad de que no regresen. A nivel global, se prevé que el abandono escolar aumente en 24 millones de niños. Cuando se pierde el contacto, hay más posibilidades de que los niños abandonen el sistema educativo.
El Banco Mundial estima una pérdida de USD 10 billones en ingresos a nivel global debido al decrecimiento del nivel educativo y al riesgo de que los niños queden fuera del sistema.
En el mundo se ha registrado un deterioro en la capacidad de los niños de leer, escribir y realizar operaciones matemáticas. Se sabe que 6 de cada 10 estudiantes afirman que están aprendiendo menos desde el inicio de la emergencia. Y pese a que ha aumentado la conectividad solo 1 de cada 8 estudiantes cuentan con equipos para su uso personal, lo que impacta en su aprendizaje en línea.
A nivel global también se evidencia que a causa de la falta de interacciones diarias con sus compañeros y la reducción de la movilidad, los niños están perdiendo su forma física y su salud mental se ha visto afectada. Así, 4 de cada 10 adolescentes afirman haberse sentido angustiados o muy tensionados.
El cierre de escuelas y centros de desarrollo infantil también impacta en la alimentación de los niños, en especial de los más pequeños y en condiciones de vulnerabilidad. Asimismo, los niños están más expuestos a la violencia, el abuso y el trabajo infantil.
Por estos motivos, UNICEF hace un llamado a la reapertura de los centros de desarrollo infantil, escuelas y colegios, de manera progresiva, voluntaria y segura, cuanto antes sea posible. El beneficio de reabrir las escuelas supera con creces el costo de mantenerlas cerradas.
La evidencia científica recogida en un estudio en 191 países da cuenta de que no existe una relación directa entre el cierre o apertura de las escuelas y las tasas de contagio de COVID-19 en la comunidad, por lo que reabrir las instalaciones educativas no representaría un riesgo considerable si se toman las medidas necesarias de bioseguridad y autocuidado.
Reabrir las escuelas también supone paso importante hacia la recuperación económica, ya que permite a los padres salir a trabajar con más tranquilidad. El 72% de docentes son mujeres, y para ellas la reapertura aliviaría la doble y triple carga de trabajo que actualmente afirman tener debido a la pandemia.
Avanzar hacia una reapertura segura y progresiva de escuelas debe ser prioridad en el país, para evitar una crisis de aprendizaje y una afectación aún mayor del bienestar de niños y niñas.
Reapertura segura, ¿qué significa?
Las medidas clave para reabrir las escuelas son, en el orden de prioridad y eficiencia:
- Distanciamiento y ventilación.
- Lavado de manos con jabón o su desinfección con alcohol o gel.
- Uso de mascarilla (0-5 uso paulatino, 6-10 años, solamente en espacios interiores y a partir de 10 años igual que adultos).
- Hacer uso progresivo de las instalaciones educativas.
- Reanudar las clases de manera progresiva, por ejemplo, iniciar con clases presenciales al menos un día por semana y de manera alternada.
- Priorizar la vacunación de docentes y trabajadores sociales.
- Entregar kits de bioseguridad a los docentes.
- Monitorear y hacer seguimiento de la situación.