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El misterio de la Virgen de Guadalupe, la figura más venerada en México

Considerada la "Patrona de toda la América Latina", el relato que narra las apariciones de esta Virgen en el cerro de Tepeyac se remontan a 1531.
Por: Agencias | criticadn.mx

Ha sido plasmada en todo tipo de materiales: madera, piedra, barro e incluso en coco, y ha impregnado cada rincón de la cultura mexicana, desde la música hasta la literatura.

La Virgen de Guadalupe se erige desde la época virreinal como la madre de los mexicanos y llama cada 12 de diciembre a millones de devotos a su santuario, ubicado en el cerro de Tepeyac.

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Es el Nican Mopohua, un texto en náhuatl pero con caracteres latinos datado de mediados del siglo XVI, el que alberga el relato sobre esta deidad.

En él se narran las primeras apariciones de Guadalupe frente al joven Juan Diego Cuauhtlatoatzin, un azteca convertido al cristianismo, cuando este iba «muy de madrugada» de camino a sus clases de catecismo.

El mito se sitúa en 1531, poco más de diez años después de la conquista de la Ciudad de México, una época en la que el Virreinato de la Nueva España estaba sumido en violencias.

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Así, la Virgen de Guadalupe se convirtió en el símbolo de evangelización en el Nuevo Mundo, como también de unión entre las creencias prehispánicas de la región y el nuevo paradigma religioso: el cristianismo.

EL RELATO DE LAS APARICIONES

Según el texto del que surge el culto guadalupano, cuando Juan Diego caminaba por el cerro Tepeyac, al norte de la Ciudad de México, acompañado por el canto de los pájaros en dirección a sus clases de catecismo, escuchó una voz que lo llamaba por su nombre: «Mi Juanito, mi Juan Dieguito«, indica la traducción oficial al español del original en náhuatl.

Inmediatamente, quiso saber de dónde provenía, así que subió hasta la cumbre del cerrillo y allí vio a una doncella de pie, quien le pidió que se acercara: «sus vestiduras resplandecían como el sol, como que reverberaban, y la piedra, el risco en que estaba de pie, como que lanzaba flechas de luz«, se describe.

Poco más avanzado el relato, ella se presenta a él como la Virgen María, y le pide al joven que vaya al Palacio del Obispo de México, el misionero franciscano Fray Juan de Zumárraga nacido en Vizcaya (España), para que este le

erija un templo propio, «una casita sagrada«. A cambio, le prometió enriquecerlo y glorificarlo.
El azteca Juan Diego recibió con responsabilidad la misión encomendada por la aparición de la virgen, sin embargo, tal y como cuenta el mito, el obispo no creyó en sus palabras.

Al día siguiente, el joven volvió a hablar con la deidad para contarle lo sucedido y preguntarle si de alguna manera podía dar una señal que probara ante Zumárraga que era la Madre de Dios y que era su voluntad que se le construyera un templo.

La Virgen aceptó y mandó a Juan Diego a la cumbre del cerro a recoger rosas de Castilla: allí, el muchacho, sorprendido con la cantidad que había para ser diciembre, las acumuló en su tilma, una manta de algodón típica de los hombres del campo, y las llevó hasta el Palacio.

Una vez presente ante el obispo, Juan Diego dejó caer las rosas y, para su sorpresa, la tilma estaba pintada con lo que hoy se conoce como la imagen de la Virgen de Guadalupe, con sus característicos rasgos indígenas.

El obispo, arrepentido por no haber creído en la palabra de Juan Diego, paseó por toda la ciudad con la tilma donde quedó grabado el retrato de la Virgen, para que los habitantes tuvieran «la oportunidad de ver y admirar su preciosa y amada imagen«, cuenta la leyenda.

Así, la Ciudad de México reconoció su carácter divino y la continuó venerando cada 12 de diciembre, en el templo construido en el lugar donde el muchacho dejó caer las flores.

LA «VIRGEN MORENITA«, UN SÍMBOLO DE EVANGELIZACIÓN EN AMÉRICA

El proceso de evangelización en América es complicado de reconstruir históricamente, aunque los textos que permanecen vivos a día de hoy, como el Nican Mopohua, que se encuentra conservado en la Biblioteca Pública de Nueva York, permiten conocer cómo la religión cristiana fue llegando a los distintos rincones del continente.

Mientras que algunos historiadores destacan la imposición violenta de la fe cristiana por parte de los religiosos, otros estudiosos han optado por sacar a relucir los momentos en los que la Iglesia rescató elementos de la religiosidad de los pueblos originarios, como el idioma o los símbolos, para incorporarlos a esa nueva cristiandad.

Con este segundo enfoque, y más allá de la leyenda que envuelve la figura, se entiende que la Virgen de Guadalupe se haya considerado como una de las máximas expresiones de sincretismo religioso: es decir, de la unión y fusión de dos sistemas de creencias.

Lo cierto es que la Virgen de Guadalupe tiene un antecedente prehispánico en ese mismo territorio: la diosa Tonantzin, cuyo nombre se traduce al español como «nuestra madrecita«.

Así, esa creencia sirvió de base para transformarla a través de la óptica católica y facilitar su aceptación por parte de los nativos mesoamericanos.

Además, la Virgen de Guadalupe fue representada como una mujer indígena, por ello recibe también el nombre de «virgen morenita«, y está decorada con símbolos que remiten a las culturas prehispánicas: aparte de la tilma, aparece con el pelo suelto, algo que era signo de virginidad para los aztecas; los rayos que se proyectan desde el fondo de la imagen simbolizan el sol, también una divinidad para los aztecas; y la flor que adorna su túnica es conocida como Nahui Ollin, un distintivo de la cultura nahua.

Así, aunque esta deidad es nominalmente católica, en ella pervive la resistencia de la diosa originaria.

Y es por ello que, para la Iglesia, se considera el inicio de su veneración como un éxito para la evangelización del nuevo continente: de forma todavía más ferviente desde que el ex Papa Pio X la proclamó como «Patrona de toda la América Latina«.

Con esto, cada 12 de diciembre se reúnen en la Basílica de Santa María de Guadalupe un gran número de personas, desde devotos motivados por la fe hasta turistas que se ven atraídos por las expresiones de religiosidad popular.

Tanta es la admiración por esta figura, que en 2022 el santuario rompió su récord de visitantes con 12 millones 500 mil peregrinos, lo que lo coloca como uno de los principales destinos turísticos religiosos del mundo, a veces incluso por encima del Vaticano o Jerusalén.

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