El reenviar textos o imágenes que son verídicas crea un virus de comunicación que contagia de miedo, ansiedad y estrés social.
Por: Enrique Staines Cicero/Agencias
Dedicado toda mi vida laboral a la comunicación y siendo testigo de múltiples mensajes, nada alentadores en situaciones sociales dramáticas que generan miedo, terror y sólo por citar un ejemplo que tú también puedes haber experimentado, los temblores en México y el mundo, hoy descubro mi capacidad de asombro rebasada y por mucho.
Hoy veo en muchas personas de mi círculo cercano y en el no tan próximo, a receptores pasivos, personas que reciben, como tú y yo, no cientos, miles de mensajes sobre la crisis sanitaria mundial y que, sin revisar su veracidad, comprender y comprobar la fuente, reenvían los textos e imágenes, y lo más grave, las dan por ciertas. Lo anterior crea, más rápido que en China, un virus de comunicación que contagia el miedo, la ansiedad, el estrés social, que nos manipula a no pensar en los otros sino en nosotros mismos, a salir y comprar con desesperación. Nos enferma la razón, el corazón. Nos provoca conductas y pensamientos no usuales en nosotros y no hablo de quedarse en casa.
La desinformación es el virus que daña emocionalmente: que sí sirve usar la mascarilla, el tapabocas, no, no sirve, bueno sí, pero no ese, éste es el bueno, no debes salir ni al aire libre, bueno, sí pero un ratito, no hay respiradores suficientes, si los hay, pero en Francia, te enfermas te mueres, no te mueres, depende tu edad…
Lo que dice Hugo López-Gatell Ramírez –personalmente pienso que es una persona clara, templada, profesional y con conocimiento y experiencia– está manipulado, no está manipulado, es cierto, habla con la certeza que le da su experiencia y conocimientos, no sabe nada, es un títere de AMLO, no lo es,… Bueno, ¿hasta dónde llegará el virus que nada tiene que ver con lo biológico o químico, sino con lo social, la información desmedida, poco cuidadosa, la falsa?
No te contagies, mi sugerencia es que seas un receptor activo, participativo. ¿Qué tal si al recibir una información, escucharla, verla o leerla, piensas primero, revisas la fuente y comparas con otras fuentes? Pregunta a tu médico de confianza, ese que le llamas de cabecera y después pregúntate: ¿Tengo la certeza de que es cierto esto que voy a compartir? ¿Vale la pena que otros vean esto, sí, no, por qué? ¿Le ayudará en algo esta información a quien pienso compartírsela? Y entonces, una vez resueltas estas preguntas, toma la decisión que consideres más prudente. Lo que no se vale es contribuir al miedo, al estrés, a la ansiedad de los otros, no se vale pasar la papa caliente de mano en mano.
Infórmate correctamente. Tenemos que salir de ésta, un beso, un apretón de manos, un abrazo virtual no sabe a nada, no son vida. Espero que pronto podamos abrazarnos de nuevo, en verdad, lo deseo con toda mi alma.
(Con información de Merca2.0)
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